domingo, 4 de noviembre de 2012

Melancolía








La experiencia reveladora de la nausea consiste en el sentimiento que nos invade cuando se descubre la esencial contingencia y lo absurdo de lo real.

Hace un momento, me encontraba en el parque público. La raíz del castaño se hundía en la tierra, justamente bajo mi banco. Ya no recordaba que era una raíz. Las palabras habían desaparecido y con ellas el significado de las cosas, el modo de usarlas, los tenues signos de reconocimiento que los hombres trazaron sobre su superficie […]; la raíz, las verjas del parque, el banco, la hierba rala del césped, todo había desaparecido; la diversidad de las cosas y su individualidad no eran más que apariencias, un barniz. Este barniz se había disuelto, sólo quedaban manchas monstruosas y fofas, en desorden, desnudas, con una espantosa y obscena desnudez. Éramos un manojo de existentes impedidos, embarazados por nosotros mismos, no teníamos la más mínima razón para estar allí, ni unos ni otros; cada existente, confundido, vagamente inquieto, se sentía de más en una relación con los otros. 
Ese momento fue algo extraordinario. Estaba allí, inmóvil y congelado, inmerso en un horrendo éxtasis. Pero en el seno mismo de dicho éxtasis había nacido algo nuevo, y comprendía la náusea, la poseía.
J.P.Sartre, La náusea (1938).

La náusea de Sartre iba a llamarse en un primer momento Melancolía I en honor al grabado de Durero.
























La melancolía se caracteriza psíquicamente por un estado de ánimo profundamente doloroso, una cesación del interés por el mundo exterior, la perdida de la capacidad de amar, la inhibición de todas las funciones y la disminución del amor propio.

S. Freud,  Psicología de las masas y análisis del Yo (1921).






















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